El regalo del perdón: cómo perdonar

¿Cuántas veces hemos escuchado que todo comienza con saber perdonar? Esta frase puede ser muy sabia pero también confusa, porque en nuestra cultura se enseña a “perdonar, pero no olvidar”… hay creencias, incluso, de que por género, “las mujeres no perdonamos del todo” y los hombres, ¡ni hablar! Pero, ¿qué es y para qué sirve ese preciado premio, el perdón? ¿Cómo perdonar?
Entendiendo el término
Aquí me permito citar a una grande, a Louise Hay, quien en dos palabras nos demuestra el absoluto poder del perdón: “El perdón nos abre al auto amor, nos libera del dolor del pasado y de juzgar a los demás y a nosotros mismos.”
Cuando vamos por la vida cargando ese dolor que sentimos porque “alguien nos hizo algo”, los que cargamos ese dolor somos nosotros, esos que permitimos que el otro (el perpetuador del hecho) tenga ese gran poder sobre nosotros: el poder de hacernos la vida, bueno… básicamente miserable. Y si bien quizá suene exagerado, piensa: ¿cuánta energía has gastado en darle vueltas a la escena, aquella que tanto te lastimó? La recreas y recreas y dejas que la herida nunca sane. Es más, el mártir que vive secretamente dentro de ti, a veces hasta le echa más sal, imaginando a esa persona ahora feliz y sin recordar todo lo que te hizo, es más, ¿cómo dices que te llamas? Duele, ¿eh?
Y eso sucede con un hecho, y con otro y con otro, desde que somos muy pequeños hasta… ¿hace dos horas? Es súper humano, pero, ¿para qué nos sirve guardarlo muy dentro de nosotros? ¿En realidad es de utilidad en nuestra cotidianidad? Yo diría que no. En la técnica de Thetahealing decimos que hay que sanar la herida y quedarnos sólo con el aprendizaje, y ya, que se vaya. Shuu, shuu, no queremos más el dolor, la recreación, el seguir unidos a ese hecho e incluso a esas personas. Entonces, ¿cómo perdonar? ¿Hay una guía…?
Para empezar, hay que darnos permiso de decir en voz alta: sí, estoy dolida. Sí, me lastimó tal hecho. Sí, estoy muy pero muy enojado. Porque duele.
Una vez que reconozcamos la herida, estaremos un paso más cerca de perdonar. Pero también hay que darnos permiso de hacerlo, de liberar, de vivir sin esas ataduras. Complicado asunto, también, porque en puntos particulares (y difíciles), ¿quiénes somos si perdonamos? ¿Quién soy yo sin las ataduras y enojos del pasado? ¿Sabré quién ser sin esa amargura y dolor? Aquí viene otro gran permiso: ser alguien nuevo, avanzar.
En claro
Volviendo a citar a L. Hay, esto no quiere decir que lo que hicieron estuvo bien, no, qué va: “el perdonar no es aceptar que su comportamiento estuvo bien, no, sólo nos liberamos a nosotros mismos de la energía negativa del hecho. Ellos son responsables de sus actos, que vienen de sus propias experiencias.”
Por supuesto que hay que aclarar que al perdonar no significa iluminarse para siempre y convertirse en un Buda, no, claro que no; seguirá habiendo comportamientos que nos molesten o hieran, pero nosotros podemos decidir si lo tomamos personal o nos aferramos a ese sentimiento negativo por unos momentos (mientras pasa el mal trago, tampoco somos de palo) o por meses o años; si le damos el poder a un hecho o una persona de transformarnos, estancarnos, detenernos, amargarnos.
Abrir el corazón
Al momento de que se libera el dolor y se perdona, se está más cerca de la paz y de un estado de felicidad mucho más constante. Pero es una opción: permanecer mucho tiempo en la amargura del resentimiento, el enojo y hasta la autocompasión o dar un paso hacia una vida más liberada y feliz. Y el perdón es una gran herramienta para lograrlo.
Tomar la responsabilidad de nuestras emociones, sentimientos y reacciones, nos libera de una manera que parecería contradictoria: ¿cómo hacernos responsables (dejar de culpar a los demás), puede hacerme más libre? Pues así de sencillo, aunque no lo parezca.
El perdón es un regalo, para empezar a nosotros mismos, el perdonarnos por todo eso que hemos permitido, que nos hemos hecho. Perdonar a los otros también nos da la paz para continuar con nuestro camino. Una vez que estás dispuesta a perdonar, el universo se encarga de lo demás.
El cómo
Bueno, herramientas hay muchas, de hecho, y este escrito es de lo más oportuno al comenzar una nueva etapa: un nuevo año, un cumpleaños, o simplemente porque ya te hartaste de estar en ese lugar de dolor.
Puedes hacer rituales, ir a terapia, practicar Thetahealing, escribir, dejar ir en el mar… Lo primero es estar dispuesto, darte permiso como decía arriba, lo demás, lo irás encontrando a tu paso. La pregunta aquí es: ¿quieres darte ese regalo?
Taller de perdón
En mi experiencia, hay un aspecto básico para comenzar a sanar: darse cuenta. Por eso, menciono un taller de perdón me pareció útil y práctico (dejo informes abajo). “El milagro de cuatro oraciones” es una de las bases de este taller. Por medio de ejercicios vas trabajando poco a poco hasta llegar a la base de algo que quieres liberar. Hay que identificar lo que quieres perdonar, sentir emociones, comprobar que realmente está ahí (con una técnica en particular), darle la vuelta a la tortilla y por medio de la técnica del Ho’Oponopono, dejarlo ir.
Este taller es de un día, por lo que cualquiera puede darse ese tiempo para vivirlo. Hay que estar abierto y siempre SIEMPRE es mejor conectar con las emociones para “traspasarlas”. Finalmente, al sentirlo es posible que lo retomes y que lo dejes ir, muchas veces “el ego es el que necesita justicia o venganza” (Deepak Chopra).
Si le das tu energía a algo o a alguien que te lastimó, estás deteniendo tu proceso de sanación y crecimiento. Al ver toda la situación: lo negativo y lo positivo (sí, positivo), podemos dejar todo atrás, subir nuestro nivel de vibración para así, tener la vida que realmente queremos.
Les dejo la página de Anilú Thetahealer que hace este curso especial de perdón, ¿por qué no intentarlo? www.facebook.com/aniluhealingTH
Les dejo también una entrevista que le hicieron a Anilú para que se enteren bien del taller, que a mí me ha gustado mucho.